El consumo de alcohol provoca la muerte de 2,5 millones de personas cada año en el mundo, casi el 4% de total de fallecimientos, por delante del sida, de la tuberculosis o de la malaria.
El alcohol es el tercer factor mundial de impacto negativo en la salud, y el primero en los países intermedios por nivel de riqueza, en los que vive casi la mitad de la población mundial, señala Sridhar. La Estrategia Global para Reducir el Consumo Nocivo del Alcohol, adoptada en la OMS en 2010, va bien encaminada dadas las recomendaciones que recoge para los países, pero no es suficiente, señala el experto.
La OMS tiene capacidad para poner en marcha convenciones internacionales de obligado cumplimiento para los países miembros y sólo se necesita el apoyo de dos tercios de los delegados para hacerlo. Pero en sus más de 60 años de existencia, dicho organismo de Naciones Unidas sólo ha utilizado esta capacidad en dos casos: las Regulaciones Internacionales de Salud, que obligan a los países a informar acerca de los brotes de ciertas enfermedades en sus territorios, y la convención del tabaco, por la que los Gobiernos están comprometidos a tomar medidas legislativas para reducir su demanda y suministro.
No hay que hacerse ilusiones sobre el efecto positivo, a corto plazo, de las convenciones de obligado cumplimiento de la OMS, recuerda Sridhar. Pese a la convención de control del tabaco, su consumo está aumentando en muchos países pobres y sigue siendo la segunda causa mayor de riesgo de enfermedad en los de nivel intermedio de riqueza.Una convención del mismo rango aplicada al alcohol, argumenta Sridhar, tendría importantes ventajas en la lucha contra esta droga legal. Desde el punto de vista oficial, los países estarían comprometidos a aplicar las directrices de la OMS en este ámbito a través de sus legislaciones nacionales; además, los Gobiernos tendrían que informar a la OMS sobre sus progresos y la comunidad internacional asumiría la responsabilidad de apoyar estas iniciativas con ayuda técnica y económica donde fuera necesaria. Los ministros contarían con un respaldo mayor en sus políticas nacionales para priorizar las regulaciones de lucha contra el consumo de alcohol. Y las organizaciones no gubernamentales, por su parte, con la convención en la mano, podrían presionar a los Gobiernos y exigir su cumplimiento incluso legalmente. La OMS ha sido reacia hasta ahora a poner en marcha instrumentos legales en este asunto, prefiriendo hacer recomendaciones y establecer líneas de actuación. Es una oportunidad perdida, considera el especialista de Oxford.